Claves del día de Jose Antonio Vizner
Europa ha entrado de lleno en el radar del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Como analista y ciudadano europeo, observo con preocupación cómo el choque con nuestro continente se torna inevitable. Trump, hasta ahora centrado en China y México, ha lanzado una advertencia directa: “China es un abusador, pero la Unión Europea es muy mala con nosotros, tenemos un déficit de 350.000 millones de dólares con Europa”.
Las palabras del presidente norteamericano son un preludio de tensiones comerciales que podrían afectar gravemente a nuestras economías. Mientras tanto, Francia y Alemania planean un encuentro crucial en París. Macron y Scholz buscan afianzar un eje franco-alemán capaz de formular una estrategia arancelaria que minimice el impacto sobre la economía europea. La Unión Europea, que hasta hace poco confiaba en una relación más cómoda con Joe Biden, también ha comenzado a ver cómo las políticas de la administración actual limitan el acceso a tecnologías críticas, como los chips, desviando suministros hacia Polonia y otros países del Este.
Lo que resulta evidente es que Trump no cederá fácilmente. Su amenaza de imponer aranceles a partir del 1 de febrero es clara, a menos que se reduzca el déficit comercial con Europa. La Unión Europea, por su parte, ha advertido que responderá de manera “proporcionada”, contemplando también barreras arancelarias a productos estadounidenses. Este enfrentamiento llega en un momento en el que Europa también debe incrementar su gasto en defensa dentro de la OTAN, lo que suma presión a unas finanzas ya tensas.
Pero Trump no solo fija su mirada en Europa. Las tensiones con China continúan escalando. Ha anunciado un arancel del 10% sobre productos chinos, alegando que Pekín está vendiendo fentanilo a México. Esta decisión ha sacudido los mercados asiáticos, con caídas superiores al 1,5%. “Estos aranceles entrarán en vigor el 1 de febrero”, reiteró Trump, subrayando su determinación de usar el comercio como arma política.
Mientras tanto, la diplomacia mexicana, encabezada por Claudia Sheinbaum, ha mostrado un equilibrio notable entre firmeza y moderación: “Estamos listos para apoyar a nuestros connacionales”, declaró, en un contraste marcado con una Europa que parece preocuparse más por problemas externos que por los derechos de sus propios ciudadanos.
Otro tema controvertido es la inmigración. Trump, con su habitual discurso directo, diferencia entre inmigrantes “buenos” y aquellos que considera responsables de delitos. Puede ser un discurso polarizador, pero plantea una pregunta esencial que también debería resonar en Europa: ¿qué tipo de política migratoria necesitamos? La inmigración es, sin duda, necesaria. Sin embargo, el debate sobre qué tipo de inmigración deseamos recibir es uno que nuestros líderes europeos parecen reacios a enfrentar con claridad.
A medida que nos acercamos a fechas críticas para el comercio global, el enfoque proteccionista de Trump podría marcar el inicio de una nueva era de tensiones transatlánticas. Europa no puede permitirse el lujo de titubear: la unidad y una estrategia firme serán esenciales para defender nuestros intereses comunes.