El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, ha generado sorpresa y controversia tras expresar nuevamente su interés por adquirir Groenlandia, la vasta isla ártica que pertenece a Dinamarca. Fuentes cercanas a Trump indican que su objetivo es expandir la influencia de su país en el hemisferio occidental y consolidar un legado político que perdure por generaciones. Esta intención, aunque previamente mencionada durante su primer mandato, ahora parece ser una prioridad real.
Estrategias múltiples para una ambición geopolítica
Trump ha sorprendido a la comunidad internacional al no descartar el uso de medidas económicas e incluso militares para lograr el control de Groenlandia después de asumir el cargo el próximo 20 de enero. No obstante, según fuentes internas, es poco probable que recurra a la fuerza militar. En cambio, podría optar por presiones diplomáticas o económicas sobre Dinamarca. Un asesor cercano afirmó que Trump está motivado por la posibilidad de enriquecer la “cartera inmobiliaria” del país, destacando que Estados Unidos no ha expandido su territorio desde la incorporación de Alaska y Hawái en 1959 bajo la presidencia de Dwight Eisenhower.
Un enfoque en la seguridad nacional
El interés de Trump en Groenlandia también está impulsado por consideraciones de seguridad nacional. La isla, que alberga la base militar estadounidense más septentrional, desempeña un papel clave en el sistema de alerta temprana de misiles balísticos. Además, se encuentra en una posición estratégica entre Europa y América del Norte, lo que la convierte en un punto crítico para el control de rutas árticas cada vez más accesibles por el derretimiento de los casquetes polares.
El congresista estadounidense Mike Waltz, asesor de seguridad de Trump, subrayó que Rusia y China también buscan expandir su presencia en el Ártico. “Se trata de minerales críticos, recursos naturales, petróleo y gas”, afirmó Waltz, destacando que Rusia cuenta con una flota de rompehielos nucleares mientras que Estados Unidos apenas dispone de dos. El Kremlin, por su parte, ha asegurado que sigue con atención los movimientos de Trump al respecto, ya que “el Ártico es una zona de nuestros intereses nacionales estratégicos”, ha declarado el portavoz, Dmitry Peskov.
El legado de McKinley y la inspiración de Trump
Trump admira a William McKinley, presidente de Estados Unidos a finales del siglo XIX, conocido por expandir el territorio estadounidense mediante la anexión de Puerto Rico y Hawái. Durante su campaña, Trump alabó a McKinley por su enfoque proteccionista y su uso de aranceles expansivos. Esta visión expansionista está en el corazón de la propuesta de Groenlandia.
Aunque las reacciones internacionales han sido escépticas, Trump y sus asesores han explorado opciones como la firma de un Pacto de Libre Asociación con Groenlandia si la isla se independiza de Dinamarca. Este modelo, aplicado en islas del Pacífico, permitiría una alta integración económica sin comprometer la soberanía total.
La respuesta de Dinamarca y Groenlandia
Dinamarca ha reiterado que Groenlandia no está en venta, y el primer ministro de Groenlandia, Mute Egede, ha declarado que la isla continuará gobernando sus propios asuntos. A pesar de ello, el gobierno groenlandés reconoció la creciente competencia por el Ártico y expresó su disposición para trabajar con Estados Unidos y la OTAN en temas de seguridad regional.
En el pasado, Estados Unidos ya intentó adquirir Groenlandia. En 1946, la administración de Harry Truman ofreció 100 millones de dólares por la isla, pero Dinamarca rechazó la propuesta. Con Trump, la ambición territorial regresa a la agenda política estadounidense, reviviendo un sueño de expansión que se remonta a las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial.