Claves del día de Jose Antonio Vizner
Aranceles, aranceles y más aranceles. El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, ha dado su esperado pistoletazo de salida hacia una era de proteccionismo económico que bien podría redefinir las relaciones comerciales internacionales. La primera fotografía de su política ha sido clara: el dólar sube, el euro cae y Estados Unidos se prepara para recoger las velas de su economía e impulsarla hacia una recuperación made in America.
Trump sabe lo que tiene entre manos. La economía estadounidense sigue siendo la más potente del planeta y su mensaje es cristalino: atraer inversiones y capital extranjero a suelo estadounidense. “Si no vienen por las buenas, será por las malas”; ese parece ser el mensaje directo a Europa y, en particular, a China. Esta estrategia se resume en un giro hacia un nacionalismo económico feroz, donde las empresas internacionales que deseen prosperar deberán adaptarse o perderán la oportunidad.
Un ejemplo de este acercamiento ya se ha materializado con SoftBank, que ha sabido tejer una buena relación con el nuevo líder. Mientras tanto, gigantes tecnológicos como Amazon, Meta y OpenAI parecen dar un paso atrás en sus antiguas posturas “anti-Trump”, realizando donaciones para su toma de posesión. El pragmatismo económico manda y Trump lo sabe: Estados Unidos no va a ceder terreno frente a China, su verdadero rival en esta partida de ajedrez global.
Pero, más allá de las tensiones comerciales, llama la atención la fotografía política del nuevo mandato. Trump aún espera que su homólogo chino, Xi Jinping, confirme su asistencia a la toma de posesión. “China y Estados Unidos juntos pueden resolver los problemas del mundo”, ha afirmado el republicano, una declaración que suena tanto a súplica como a amenaza velada. Por otro lado, el gran ausente será Volodímir Zelensky, presidente de Ucrania, quien no ha recibido invitación, lo cual manda un mensaje inequívoco sobre las nuevas prioridades estadounidenses.
La caída de Scholz y el desorden alemán
Mientras el mundo observa a Trump, Europa tiene su propia crisis interna. En Alemania, el canciller Olaf Scholz ha perdido la moción de confianza que él mismo propuso, poniendo fin a la coalición tripartidista que había sostenido su gobierno. Alemania celebrará elecciones anticipadas el 23 de febrero y el panorama no pinta bien para los tradicionales partidos de poder.
El ascenso de la ultraderecha, con la AfD ganando terreno, ha convulsionado la política alemana. La democracia parece atrapada entre negarse a colaborar con ellos y la necesidad de formar un gobierno funcional. ¿Será posible un pacto entre verdes, demócratas y conservadores para contener el avance de la extrema derecha? Solo el tiempo lo dirá.
Scholz, en su despedida, no ha escatimado en palabras grandilocuentes, lanzando un último mensaje que suena más a autocrítica que a otra cosa: “La miopía puede ahorrar dinero a corto plazo, pero hipotecar el futuro es inasumible”. Resulta curioso escucharle hablar de la necesidad de invertir en Alemania y adaptarse al nuevo tiempo cuando él mismo ha estado al mando estos últimos años. Sin embargo, no deja de tener razón: Asia, África y América Latina emergen como nuevas potencias económicas y Europa no puede quedarse atrás.
El BCE, Lagarde y el proteccionismo estadounidense
En este contexto convulso, la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, ha intentado enviar un mensaje de calma. Con la inflación acercándose a la meta del 2%, Lagarde ha anunciado que el BCE está preparado para recortar aún más los tipos de interés, lo que debería aliviar las tensiones económicas internas.
Sin embargo, Lagarde también ha reconocido el riesgo del proteccionismo estadounidense. La guerra comercial que Trump amenaza con intensificar podría suponer un duro golpe para Europa, cuya economía depende en gran medida de las exportaciones hacia Estados Unidos, su principal socio comercial. A pesar de esto, la presidenta del BCE ha tratado de mantener un tono optimista, argumentando que el pesimismo por los ingresos reales —derivado de la inflación pasada— debería disiparse en el futuro cercano.
Conclusión: un futuro incierto
Estamos ante un momento clave. Trump regresa con un discurso proteccionista y contundente que sacude el tablero global. Alemania lidia con una crisis interna que podría transformar su panorama político y Europa en su conjunto deberá prepararse para los golpes económicos que podrían venir desde Washington.
¿Resistirá Europa el embate del nuevo proteccionismo estadounidense? ¿Podrá China mantener el equilibrio en este juego de poder? Lo cierto es que el mundo está cambiando y en este escenario no hay espacio para los débiles ni para los indecisos. El tablero está listo, los jugadores toman posiciones y solo queda esperar las primeras jugadas.