Claves del día de Jose Antonio Vizner
Desde mi perspectiva, los últimos meses han dejado claro que la política internacional enfrenta dilemas que definirán el equilibrio global en los próximos años. En el centro de esta realidad está Estados Unidos, donde las estrategias para abordar la guerra en Ucrania y las tensiones económicas con China se entrelazan en un tablero de consecuencias potencialmente históricas.
El debate sobre Ucrania dentro del círculo de Donald Trump muestra la profundidad de las diferencias estratégicas. Por un lado, la propuesta de suavizar las sanciones al petróleo ruso, impulsada por aliados cercanos a Elon Musk, pretende atraer a Moscú hacia la mesa de negociaciones. Sin embargo, la postura del Departamento de Estado es clara: aumentar la presión económica para acorralar al Kremlin. Personalmente, me inclino a favor de una línea más firme. La historia demuestra que las concesiones, cuando no se basan en una posición de fortaleza, rara vez logran cambios duraderos en el comportamiento de los regímenes autoritarios.
Pero la guerra en Ucrania no es el único reto. China sigue avanzando para cerrar la brecha económica con Estados Unidos, y si Donald Trump quiere cumplir su promesa de “hacer América grande otra vez”, deberá actuar rápido para mantener el liderazgo mundial. La economía china ha mostrado un crecimiento sostenido, mientras que las proyecciones del GDP Now de la Reserva Federal de Atlanta sugieren que el margen para recortar esa distancia se está estrechando. Aquí es donde la política fiscal y los aranceles desempeñan un papel crucial.
La clave, en mi opinión, está en estimular el gasto de los hogares. Con una rebaja fiscal bien diseñada, el consumo puede aumentar, fortaleciendo la demanda interna sin depender de la inversión residencial. Al mismo tiempo, mejorar las exportaciones netas debería ser una prioridad. Con esto, Estados Unidos no solo puede aspirar a un crecimiento del 5 %, sino también a reducir el déficit público sin comprometer el gasto gubernamental de manera insostenible. La cuestión es si la administración tendrá la audacia y la claridad para implementar estas medidas.
Europa, mientras tanto, parece perdida en sus propios desafíos. Una reciente carta del director de Mercedes Benz destaca un problema fundamental: las políticas de descarbonización de la UE están desconectadas de la realidad industrial. Penalizar a los fabricantes por sus emisiones, en lugar de reinvertir ese dinero en sostenibilidad, solo debilita a las empresas europeas frente a la competencia china. Volkswagen ya sufre las consecuencias de este enfoque miope.
A esto se suma el tropiezo con los bonos verdes de la Unión Europea. Según Bloomberg, el programa no ha cumplido con las normas prometidas para garantizar inversiones respetuosas con el medio ambiente. Este fracaso mina la credibilidad de Europa como líder en sostenibilidad financiera. ¿Cómo puede la UE esperar que los mercados adopten sus estándares si ni siquiera se aplican adecuadamente?
En resumen, tanto Estados Unidos como Europa enfrentan un momento definitorio. La política económica y la gestión de conflictos internacionales no permiten margen para errores estratégicos. Si hay algo claro, es que el liderazgo global debe ser ganado con decisiones valientes y pragmáticas, no con complacencia o ilusiones de virtud. ¿Estamos listos para el desafío? Solo el tiempo lo dirá.