Georgia se encuentra sumida en un periodo de alta tensión política y social que amenaza con redefinir su rumbo político y su posición en el escenario internacional. La suspensión de las negociaciones para la adhesión a la Unión Europea ha desatado protestas masivas en la capital, Tiflis, marcando un momento crítico para este país caucásico que busca equilibrar su historia soviética con sus aspiraciones prooccidentales.
La chispa de las protestas
El gobierno de Georgia anunció la semana pasada que suspendería las negociaciones con la UE hasta 2028, lo que fue percibido como un alejamiento de las políticas proeuropeas. Esta decisión provocó manifestaciones multitudinarias en Tiflis, lideradas principalmente por jóvenes que exigen “un futuro europeo” para el país.
El descontento también se reflejó en la renuncia de al menos cuatro embajadores georgianos y en la condena de cientos de diplomáticos que firmaron cartas abiertas denunciando la decisión del gobierno.
La respuesta gubernamental y las tensiones internas
Las fuerzas del orden respondieron a las manifestaciones con cañones de agua, gases lacrimógenos y múltiples arrestos. Desde el inicio de las protestas, se han detenido a 224 personas, incluidos líderes opositores como Zurab Japaridze de la Coalición para el Cambio, quien fue arrestado por policías enmascarados al abandonar una manifestación.
El Ministerio del Interior informó de 113 policías heridos, mientras que los manifestantes denuncian violencia excesiva, respaldados por la presidenta Salomé Zourabichvili, quien afirmó que muchos detenidos sufrieron heridas graves. Aunque sus funciones son mayormente ceremoniales, Zourabichvili se ha posicionado como defensora de las protestas y ha acusado al gobierno de Sueño Georgiano de traicionar el deseo popular.
Un giro prorruso en el gobierno
El primer ministro Irakli Kobajidze ha endurecido su discurso, acusando a los partidos opositores de “actuar contra el orden constitucional” y amenazando con ilegalizarlos. Este alineamiento con el Kremlin ha generado sospechas de una deriva prorrusa. La legislación sobre “agentes extranjeros” y la limitación de derechos de la comunidad LGBT son vistas como intentos de replicar las leyes represivas de Rusia.
El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, comparó las protestas con las revoluciones de Ucrania, sugiriendo que Georgia enfrenta intentos de desestabilización similares. Por su parte, el expresidente ruso Dmitri Medvédev advirtió que el país se dirige hacia un “oscuro abismo”, como ocurrió con Ucrania en 2014.
Una lucha por la democracia
A pesar del sombrío panorama, las protestas reflejan un espíritu democrático que persiste entre los ciudadanos. La declaración de Zourabichvili, quien se niega a abandonar el cargo al término de su mandato argumentando la ilegitimidad del parlamento, subraya el nivel de desconfianza hacia las instituciones gubernamentales.
El futuro de Georgia sigue siendo incierto. Mientras que el gobierno apuesta por una postura soberanista y acusa a Occidente de intentar arrastrar al país a un conflicto con Rusia, el pueblo georgiano parece dispuesto a luchar por un camino diferente, alineado con los valores democráticos y europeos.
Este momento definitorio no solo determinará el destino de Georgia, sino que podría tener implicaciones significativas para la estabilidad en la región del Cáucaso y para las relaciones entre la Unión Europea y Rusia.