Rusia ha descartado de manera tajante la propuesta de Donald Trump para un alto el fuego en Ucrania, argumentando que esa opción solo serviría para que Kiev refuerce su capacidad militar. El ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, reiteró que cualquier solución al conflicto debe basarse en acuerdos concluyentes y jurídicamente vinculantes que garanticen la seguridad de la Federación Rusa y los intereses legítimos de sus vecinos.
Lavrov calificó una tregua como “un camino a ninguna parte”, en línea con las declaraciones previas de Moscú, que rechaza cualquier cese temporal de las hostilidades que no contemple garantías de largo plazo. Rusia exige además que Ucrania renuncie formalmente a unirse a la OTAN y acepte límites estrictos en el tamaño de sus fuerzas armadas, condiciones que Kiev ha rechazado repetidamente.
Las expectativas sobre Trump
Con Donald Trump asumiendo nuevamente la presidencia de Estados Unidos el próximo 20 de enero, las especulaciones sobre un posible avance diplomático han cobrado fuerza. Trump, que se autodefine como un maestro negociador, ha prometido resolver rápidamente la guerra en Ucrania. Su equipo sostiene que el expresidente está en una posición ideal para mediar, dadas sus conexiones previas con líderes internacionales.
El enviado designado por Trump para Ucrania, el teniente general retirado Keith Kellogg, declaró recientemente que ambas partes estarían listas para dialogar, lo que da una ventana de oportunidad para conversaciones de paz. Sin embargo, las señales desde Moscú indican que cualquier iniciativa deberá estar bien fundamentada y ser liderada por Washington.
Lavrov recordó que “los estadounidenses interrumpieron el diálogo” tras el inicio de la invasión rusa en 2022 y que “deberían dar el primer paso” para retomar las negociaciones. Pese a este escepticismo, el Kremlin ha mostrado disposición para discutir propuestas concretas, siempre y cuando estas aborden las raíces del conflicto.
Ucrania y la diplomacia como herramienta
Mientras tanto, Ucrania también ha flexibilizado su postura en algunos frentes. El presidente Volodimir Zelensky ha insinuado que su gobierno podría recurrir a medios diplomáticos para recuperar los territorios ocupados por Rusia, que actualmente abarcan cerca del 20% del territorio ucraniano. No obstante, Kiev sigue defendiendo su derecho a la soberanía y su aspiración de unirse a la OTAN, algo que Moscú ve como una amenaza directa a su seguridad.
La membresía de Ucrania en la OTAN sigue siendo un objetivo declarado por Zelensky, quien recientemente afirmó que es una meta “alcanzable”, aunque requiere convencer a los aliados occidentales.
Una guerra de narrativas
El conflicto en Ucrania no solo es un enfrentamiento militar, sino también una lucha de narrativas. Moscú sostiene que la guerra es una respuesta a las provocaciones de Occidente, que según Putin intentó atraer a Ucrania a su esfera de influencia desde la Revolución de Maidán en 2014. Por otro lado, Occidente y Ucrania ven las acciones de Rusia como una invasión al estilo imperial que busca debilitar a la alianza militar de la OTAN.
Con decenas de miles de muertos y millones de desplazados desde 2022, la guerra ha provocado la mayor fractura entre Moscú y Occidente desde la Crisis de los Misiles en 1962. Ahora, la posible mediación de Trump podría convertirse en un punto de inflexión, aunque las profundas diferencias entre las partes hacen que cualquier acuerdo parezca lejano.
Mientras el mundo observa, el resultado de estas tensiones definirá no solo el futuro de Ucrania, sino también el equilibrio geopolítico global en los próximos años.