Claves del día de Jose Antonio Vizner
El día después de las elecciones en Estados Unidos marca el inicio de una nueva era política. Con la elección de Donald Trump como el 47.º presidente, el país parece estar listo para dejar atrás el capítulo del “wokismo” y las políticas de las últimas administraciones. A lo largo de esta campaña, quedó claro que amplios sectores del electorado, como la generación Z y los votantes latinos, le han dado la espalda a la plataforma demócrata, eligiendo una vez más el enfoque económico y nacionalista de Trump. Se vislumbra así un impulso económico que busca reactivar sectores descuidados
Es evidente que estamos asistiendo a un cambio de era política, y la reciente declaración del canciller alemán, Olaf Scholz, confirma esta tendencia en Europa. Scholz ha insinuado que Alemania podría enfrentarse pronto a unas elecciones anticipadas y que podría presentar una moción de confianza en su gobierno. Este anuncio, junto con el despido de su ministro de Finanzas, refleja las tensiones internas que han afectado al gobierno de coalición y su popularidad en Alemania. Pero esto también simboliza algo más profundo: un clima de insatisfacción global con las élites políticas tradicionales que han gobernado en las últimas décadas.
Los ciudadanos de diferentes naciones comienzan a cuestionar las decisiones de quienes han estado en el poder, especialmente cuando la economía muestra señales de debilidad. La mala gestión, que Scholz atribuye en parte a su equipo, ha repercutido en la percepción de su gobierno, pero también en la estabilidad económica alemana. Y no es un fenómeno aislado; esta desconfianza se ha expandido, afectando a figuras de alto nivel en el escenario internacional, desde la vicepresidenta Kamala Harris en Estados Unidos hasta otros líderes europeos. La pregunta es si estamos preparados para aceptar que las élites, en gran medida, han perdido su capacidad para conectarse con el ciudadano medio y responder a sus necesidades.
Lo que observamos en Alemania podría ser solo el comienzo de una tendencia en el continente europeo, con partidos nacionalistas y movimientos populistas ganando terreno al ofrecer una alternativa a la gobernanza convencional. La política de la vieja guardia parece estar en declive, y figuras como Trump en Estados Unidos son reflejo de un giro hacia liderazgos más directos, que apelan a una visión de cambio radical y, a menudo, desafían.
En Estados Unidos, los resultados han dejado clara una cosa: la economía fue el tema crucial de la elección. Trump aseguró una ventaja significativa con 312 votos electorales frente a los 226 de Kamala Harris, conquistando estados decisivos como Wisconsin, Michigan y Pensilvania, donde el descontento con las políticas económicas demócratas impulsó a muchos ciudadanos a votar por un cambio. Las políticas económicas de la administración Biden, percibidas por muchos como responsables de la caída del poder adquisitivo, fueron clave en el resultado de estos comicios. Las elecciones se ganan o se pierden, en última instancia, por el miedo o por la economía. Y esta vez, el miedo a la inestabilidad económica pesa más que las advertencias sobre los riesgos democráticos de una presidencia de Trump.
Con esta victoria, Trump ya se proyecta como una figura histórica. La falta de competencia fuerte en el partido demócrata también explica el desenlace: aunque Michelle Obama había sido mencionada como una posible candidata, los demócratas reconocen que, en el contexto actual, su derrota hubiera sido igualmente probable. La economía y el cambio en las preferencias electorales de los estadounidenses superaron cualquier temor al supuesto peligro de Trump.
La reciente comunicación entre el presidente de Ucrania, Volodímir Zelensky, y el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, marca un momento significativo en la política internacional. Según Zelensky, la llamada telefónica fue “excelente” y permitió establecer un acuerdo inicial de diálogo cercano y cooperación entre ambas naciones. Este gesto diplomático se vuelve relevante, especialmente al considerar los constantes ataques rusos sobre Kiev, como el reciente bombardeo con drones, que ha añadido tensión al conflicto.
La postura que tomó Trump hacia Rusia y Ucrania podría ser determinante en los próximos meses, especialmente porque sus discursos de campaña han dejado claro su enfoque de “America First”, priorizando los intereses de Estados Unidos sobre los compromisos internacionales. Este enfoque nacionalista ha generado cierta ansiedad en Europa, particularmente entre los aliados que dependen de la ayuda estadounidense en temas críticos como la defensa y la tecnología. La cuestión ahora es si Trump mantendrá el apoyo militar y económico a Ucrania o si podría considerar alternativas diplomáticas, lo que dejaría a Europa en una situación delicada frente a una Rusia que no da señales de abandonar sus objetivos.
Trump ha dejado claro que su prioridad es robustecer la posición de Estados Unidos en el escenario mundial, pero esto podría significar que sus aliados tradicionales deban reconsiderar sus propias estrategias de defensa y cooperación en esta nueva era de relaciones internacionales. La llamada entre Zelensky y Trump, aunque cordial, es solo el inicio de una serie de decisiones cruciales que podrían redefinir la seguridad y estabilidad no solo de Ucrania, sino también de Europa.