Claves del día de Jose Antonio Vizner
Como ciudadano atento a los acontecimientos internacionales, no puedo evitar sentir que vivimos en un momento crucial, uno que combina tensiones geopolíticas, desafíos económicos y una alarmante falta de liderazgo en varios frentes. Hoy quiero reflexionar sobre tres temas que consideramos esenciales: la escalada de Rusia contra Occidente, las señales mixtas de la FED y el inquietante panorama económico europeo.
Rusia, Ucrania y un mensaje dirigido a Occidente
No cabe duda de que la narrativa del conflicto entre Rusia y Ucrania está evolucionando. Los recientes ataques ucranianos con misiles ATACMS en Kursk no solo intensifican el conflicto, sino que también desplazan la retórica de Moscú hacia una confrontación más directa con Occidente. Es significativo que Rusia advierta con “acciones de respuesta”.
Este cambio en el discurso me parece un claro indicio de que el Kremlin está priorizando una estrategia de disuasión frente a los países que respaldan militar y políticamente a Ucrania. ¿Qué significa esto para nosotros? Que la escalada no se limita a los campos de batalla en Europa del Este. Es una advertencia velada al resto del mundo, especialmente a Occidente, sobre los riesgos de involucrarse demasiado.
La FED y la compleja batalla contra la inflación
En otro frente, las recientes actas de la FED han puesto de manifiesto una paradoja: mientras confiamos en la posibilidad de seguir bajando las tasas de interés de manera gradual, también dejan claro que estas bajas podrían pausarse si la inflación no cede. Es un delicado equilibrio que parece depender más de los vientos de la economía global que de un control real sobre las variables internas.
Sin embargo, lo que más me inquieta es cómo este dilema refleja un problema más amplio: la interdependencia de las economías globales. La desaceleración que se avecina en el PIB estadounidense, proyectada para 2025, no es un caso aislado. Es un síntoma de un sistema económico global que está perdiendo ritmo y que cada vez tiene menos herramientas para reactivarse.
Europa: la eterna asignatura pendiente
Y esto me lleva a Europa. No puedo evitar cuestionar cómo una región con tanto potencial sigue atrapada en la inacción y la descoordinación. ¿Cómo es posible que, mientras hablamos de competir con potencias como Estados Unidos, China o incluso México, países europeos no sean capaces de presentar presupuestos a tiempo? De los 20 estados miembros de la UE, solo Austria, Bélgica y España no han entregado sus presupuestos. ¿Esto es serio?
Bruselas asegura que el plan fiscal español es creíble, a pesar de no contar con presupuestos para 2025. Sin embargo, me pregunto: ¿de qué sirve un plan sin bases concretas? Me temo que estamos ante otro ejemplo del “desastre europeo con excelencia”. La Comisión puede dar luz verde a 20 planes, pero mientras no haya una visión unificada, la paridad con el dólar y los desequilibrios económicos seguirán siendo inevitables.
Una economía global en ralentización
Por último, quiero destacar el informe de Candriam sobre las perspectivas para 2025. Este documento pinta un panorama sombrío: desaceleración del PIB global y un crecimiento que se proyecta por debajo de la media esperada. Tanto en Estados Unidos como en Europa, los indicadores apuntan a una ralentización económica estructural. Esto no es solo una fase; es un cambio de ritmo que podría redefinir cómo se comportan las economías en los próximos años.
El PIB real de Estados Unidos ya muestra señales de desaceleración y las revisiones de la FED refuerzan este escenario base. Mi preocupación es que, mientras las potencias económicas luchan por adaptarse, el ciudadano común sigue enfrentándose a la incertidumbre.
Reflexión final
En conclusión, vivimos en una época donde los problemas parecen multiplicarse y las soluciones se diluyen en discursos vacíos. Desde la escalada de tensiones entre Rusia y Occidente hasta los dilemas económicos en ambos lados del Atlántico, no puedo evitar sentir que falta una visión clara y un liderazgo efectivo. Si no reaccionamos, el 2025 podría no ser solo un año de desaceleración, sino el inicio de una década perdida.