Claves del día con Jose Antonio Vizner
Es imposible ignorar el mayor choque geopolítico de las últimas décadas, que tiene al mundo entero con la mirada puesta en Oriente Medio. Israel, advertido sobre la necesidad de una tregua de 21 días, enfrenta una situación tensa tras la paralización de Hezbolá en el Líbano y la muerte de Nasralá. El temor a una respuesta violenta por parte de la milicia iraní crece, mientras el conflicto escala rápidamente en la región. Este enfrentamiento ha comenzado a desviar la atención global de la guerra entre Rusia y Ucrania, un conflicto que durante meses dominó los titulares internacionales.
En este escenario, las elecciones en Estados Unidos juegan un papel fundamental. Kamala Harris se enfrenta a un dilema: necesita dar una respuesta contundente para no quedar atrapada en una crisis que podría costarle caro políticamente. El electorado estadounidense observa de cerca cómo su gobierno maneja la situación en el Oriente Medio y cualquier error o falta de claridad podría tener serias repercusiones.
Mientras tanto, Israel no solo centra su atención en Hezbolá, sino también en los hutíes en Yemen. Los recientes ataques a centrales eléctricas y a un puerto clave para la exportación de petróleo sugieren que el conflicto se extiende más allá de las fronteras inmediatas. Sin embargo, curiosamente, los precios del petróleo no están reflejando aún esta tensión, ya que la demanda global sigue siendo baja, algo que supone un desafío adicional para la OPEP.
Por otro lado, Goldman Sachs ha publicado proyecciones que nos llevan a una profunda reflexión sobre el futuro económico global. Según sus estimaciones, China superará a Estados Unidos en términos de PIB para 2035. Este sorpasso plantea serias preguntas sobre el futuro de Europa, que podría dirigirse hacia un estancamiento económico. En términos sencillos, Europa corre el riesgo de “japonizarse”, es decir, caer en una larga fase de crecimiento débil. Mientras tanto, Estados Unidos podría experimentar un repunte económico tras ser superado por China, pero lo haría a costa de Europa y Japón, que seguirían sufriendo las consecuencias de este cambio de poder económico global.
India, por su parte, se convierte en la pieza clave del tablero. Quien logre atraer a India a su bloque –ya sea BRICS o alguna otra coalición– garantizará una porción significativa del crecimiento económico mundial. Se prevé que, para 2070, India empate con Estados Unidos, mientras el Sur Global, liderado por China y los países BRICS, emergerá como la nueva fuerza económica dominante. América Latina, con Brasil y México a la cabeza, también está llamada a superar a los antiguos imperios occidentales, impulsando un cambio histórico en el equilibrio de poder económico global.
Mientras tanto, el panorama económico en Europa sigue siendo sombrío. El PIB interanual del Reino Unido no cumplió las expectativas, cayendo de un 0,9% esperado a un 0,7%. Este modesto crecimiento del 0,5% deja en claro que la economía británica necesita un impulso significativo, una “inyección de gasolina”, no solo en el Reino Unido, sino también en el resto de Europa. En Alemania, la situación no es mucho mejor, ya que el país enfrenta un movimiento deflacionario que afecta gravemente a la industria automotriz, con Volkswagen a la cabeza.
Volkswagen ajusta aún más a la baja sus previsiones para 2024, lo que refuerza la idea de que vienen tiempos muy duros para el sector automotriz. Este panorama solo refuerza lo que muchos venimos advirtiendo: el trabajador es el perdedor en todo este entorno. La integración de la inteligencia artificial en los negocios no ha venido a eliminar puestos de trabajo, sino a transformarlos. Sin embargo, Europa no ha logrado avanzar en una dirección que permita a los trabajadores ser más productivos y eficientes sin ser reemplazados.
La crisis que enfrenta Volkswagen y la industria automotriz es un recordatorio de los errores que Europa ha cometido al centrado en legislar sin abordar de manera adecuada los desafíos de la innovación y la productividad. El problema no es solo la legislación sobre emisiones de CO2, sino la falta de una estrategia clara para liderar la transición hacia una nueva era industrial. Si no se toman decisiones urgentes, Europa se enfrentará a un futuro en el que las peticiones de sacrificio recaerán nuevamente sobre los ciudadanos, ya sea en forma de impuestos o de recortes.
Es hora de que los líderes europeos se acerquen a la industria, a Volkswagen y a las patronales, para buscar soluciones reales a esta crisis. El dinero se está yendo hacia China y, si no actuamos pronto, Europa quedará rezagada en la carrera por el futuro. La pregunta es: ¿cuántas opciones nos quedan para salvar nuestra industria?