El alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Defensa, Josep Borrell, ha dejado patente el malestar de la Unión con Hungría, por la visita de Viktor Orbán a Rusia y China. Borrell ha lanzado una simbólica señal de rechazo trasladando una reunión de ministros de Exteriores, que debía celebrarse en Budapest, a Bruselas a finales de agosto.
El ministro comunitario rechazó la palabra boicot para referirse a ese cambio de localización; asegura que “la reunión se celebrará y Hungría participará en ella”, solo que en otro escenario. En lugar de boicot, Borrell prefiere hablar de consecuencias de las entrevistas de Orbán con Vladímir Putin, Xi Jinping y Donald Trump.
Hungría, por su parte, considera que se enfrenta a una “histeria agresiva y belicista” por la gira en misión de paz de su primer ministro, y califica de “infantil” la reacción de la Unión Europea.
Pese a las muestras de desagrado ante el comportamiento húngaro, los Veintisiete no consideran la posibilidad de tomar medidas contra la presidencia de turno de Hungría, al menos, no todos: Polonia, Suecia y Dinamarca sí se han mostrados favorables a retirar la presidencia rotatoria a Hungría.