Francia se enfrenta a un escenario de ingobernabilidad. La alianza entre las izquierdas, cordón sanitario frente a la extrema derecha de Le Pen, se quiebra a pocos días de ganar las elecciones. El Nuevo Frente Popular, que incluye La France Insoumise (extrema izquierda), los Verdes, el Partido Socialista y el Partido Comunista, ha suspendido las conversaciones.
La nueva Asamblea Nacional debe reunirse por primera vez este jueves y aún no hay un candidato a ostentar su presidencia. Los insumisos de Jean-Luc Mélenchon aseguran que “no participarán en ninguna discusión adicional sobre la formación de gobierno hasta que se haya encontrado una única candidatura para la presidencia de la Asamblea Nacional y se haya realizado la votación”. Mediante un comunicado, el partido del anticapitalista Mélenchon culpa a los socialistas de los problemas en la negociación y declara que no volverá a la mesa de diálogo hasta que el partido socialista “haya renunciado a su veto sobre cualquier candidatura que no sea la suya”.
Si no se llega a un acuerdo, Macron tendrá que habilitar un gobierno interino. El proceso más probable es que acepte la renuncia de su primer ministro, Gabriel Attal, y que este permanezca al frente de una administración interina hasta que Macron elija sucesor. Los poderes de Attal serían muy débiles, ya que el gobierno interino solo se ocupa de las emergencias o del día a día, pero no celebra reuniones de gabinete ni presenta proyectos de ley o adopta medidas presupuestarias. Sería una situación transitoria, aunque no hay plazo concreto; lo conveniente sería que un gobierno interino permanezca poco tiempo.
La inestabilidad política de Francia podría prolongarse, al menos, durante un año, ya que, por ley, Macron no puede convocar nuevas elecciones antes de ese plazo. Y es un clima político que no gusta a los mercados.