El efectivo sigue siendo aún la forma de pago más habitual en las tiendas, según el Banco de España
MADRID, 17 (EUROPA PRESS)
La huella ambiental del pago con billetes de euro durante un año equivale a recorrer 8 kilómetros en coche, según el análisis realizado recientemente por el Banco Central Europeo (BCE).
Así lo ha publicado el Banco de España en su blog, en el que también explica que el efectivo, y por tanto los billetes, sigue siendo aún la forma de pago más habitual en las tiendas tanto en España como en la eurozona.
El resultado del estudio del BCE muestra que el impacto del uso de los billetes de euro es muy bajo, en concreto 101 micropuntos, o lo que es lo mismo, el uso de billetes en euro durante un año equivale a conducir un coche durante 8 kilómetros. En comparación, esto es mucho menos que el uso de una camiseta o el consumo individual de agua embotellada durante un año.
Específicamente, supone apenas el 0,01% del impacto total que genera un ciudadano medio por su actividad rutinaria anual. Por otra parte, hay que tener en cuenta que el billete es un producto que se reutiliza múltiples veces durante toda su vida, por lo que se imprime para que dure.
IMPORTANCIA DE LA DURABILIDAD
Esta durabilidad implica que la fase de distribución es más relevante que la propia fase de producción al medir su impacto ambiental. Hay que tener en cuenta que esta mayor importancia relativa es habitual en todo producto con un elevado grado de reutilización y no tiene connotaciones negativas, ya que lo insostenible sería que, tras pagar una vez con un billete, este quedara tan deteriorado que hubiera que sustituirlo por otro recién fabricado.
De esta manera, la fase de distribución supone el 82% de la huella, repartiéndose en su mayor parte y prácticamente por igual entre el transporte (35%) y el consumo eléctrico de los cajeros automáticos (37%).
Las conclusiones que alumbran este estudio han permitido a la autoridad monetaria conocer exactamente qué supone medioambientalmente hablando el uso de billetes, y con esta información, intentar reducir su impacto en el ecosistema.
INTENTAR REDUCIR LA HUELLA ECOLÓGICA
En la actualidad, el uso de algodón sostenible por los bancos centrales del Eurosistema ya ha permitido situar el impacto de los billetes por debajo de los 100 micropuntos. La razón es que en 2023 se utilizó únicamente algodón sostenible en su producción, mientras que los datos del estudio están referidos a 2019.
En 2027, cuando solo está previsto utilizar algodón orgánico, que es una variante aun más sostenible, la huella será menor. Igualmente, la reducción del consumo energético de los cajeros automáticos, junto con la mayor generación de energía renovable, ha supuesto una reducción muy importante de la contribución de los cajeros a la huella del billete, tendencia que continúa.
El desarrollo de nuevos vehículos blindados con tecnologías híbridas o consumos más sostenibles ya es una realidad, lo cual ayuda a seguir disminuyendo la huella ecológica, según destaca el BCE, que añade que su reciclado, una vez finalizada su vida útil, en forma de combustible, material aislante o materia prima para otros productos, supone lograr la circularidad del billete en euros, que ya nace a partir del residuo de algodón descartado por la industria textil.
El Banco de España detalla en su blog que para llegar a pagar con un billete es necesario un complejo proceso previo: desde la fabricación hasta tenerlo disponible cuando se necesita, en un banco o cajero automático.
Por ello, con el objetivo de poder medirlo con precisión y ayudar a reducir su impacto medioambiental, el BCE ha analizado las implicaciones ambientales que conlleva este proceso. Concretamente, la entidad presidida por Christine Lagarde ha utilizado la metodología PEF (por sus siglas en inglés de ‘Huella Ambiental del Producto’).
METODOLOGÍA PEF
Esta metodología está definida y avalada por la Comisión Europea y tiene múltiples ventajas, ya que es utilizada para multitud de productos, incluye todas las fases del proceso productivo y de la distribución, al mismo tiempo que analiza todos los posibles impactos medioambientales como pueden ser, por ejemplo, el cambio climático, la radiación o la sequía. Además, este ‘modus operandi’ requiere la validación de los datos y del resultado por un experto independiente.