Claves del día de Jose Antonio Vizner
Las noticias de estos últimos días nos muestran un mundo en constante desequilibrio. En los Estados Unidos, el panorama electoral pinta incierto: Donald Trump toma la delantera en cinco de los siete estados clave, mientras el presidente Joe Biden realiza su voto anticipado. En Europa, la crisis industrial golpea a Volkswagen, que cierra tres de sus fábricas en Alemania sin que la Unión Europea reaccione con un plan de apoyo o de transformación. Y, mientras, Oriente Medio enfrenta un conflicto renovado, Irán, Ucrania y Rusia se mantienen en el tablero de una geopolítica que Europa y Estados Unidos parecen no manejar del todo bien. No podemos seguir tapándonos los ojos: estos eventos muestran una carencia de liderazgo que asusta.
Para los votantes latinos en Estados Unidos, el acercamiento oportunista de algunos políticos resulta casi ofensivo. Mientras Trump y Harris pelean por conquistar estados clave, el voto hispano se ha convertido en un campo de batalla más, a menudo explotado con promesas vanas que se desvanecen tras la elección. Los latinos —y yo como uno de ellos— estamos cansados de ser el recurso estratégico de cada campaña electoral. Los insultos y desprecios no han dejado de surgir en los discursos de algunos políticos, que buscan captar la atención de un electorado al que apenas prestan atención en el día a día. La comunidad latina merece algo más que la usual retórica electoral, porque su contribución es fundamental para el país. Y aun así, las promesas de cambio que tanto se pregonan en temporada electoral no logran concretarse después.
¿Y qué decir de Europa? Volkswagen, el gigante automotriz, enfrenta una crisis sin precedentes en su territorio. El cierre de tres plantas en Alemania es solo la punta del iceberg de una crisis industrial y económica que avanza, y Europa parece inmóvil, sin una estrategia clara ni un plan que impulse una transformación real de la industria automotriz en el contexto de los cambios tecnológicos y ambientales. Volkswagen, en su desesperación, planea reducir el salario de sus trabajadores y congelar pagos a largo plazo, medidas que reflejan una industria al borde de la extenuación. Europa necesita un cambio, necesita políticas que inyecten capital, que eliminen la presión desproporcionada sobre la industria y que alivien las obligaciones de cambio inmediato de los motores de combustión. Mientras la crisis se profundiza, es desconcertante ver cómo los líderes europeos parecen observar impasibles, sin un rumbo claro para el continente.
Finalmente, el panorama global se oscurece con la expansión de los conflictos en Oriente Medio y en Ucrania. La OTAN ha confirmado el despliegue de tropas norcoreanas en Rusia en apoyo a la invasión de Ucrania, un claro indicador de escalada en un conflicto que ya ha desbordado sus fronteras originales. Y si bien Estados Unidos ha llamado a Irán a evitar represalias tras los últimos ataques israelíes, uno no puede evitar preguntarse cuánto tiempo pueden sostenerse las frágiles treguas en la región. En este contexto, el futuro de la guerra en Ucrania también pende de un hilo: Donald Trump, quien lidera las encuestas en varios estados clave, no ha dado señales claras sobre su compromiso de apoyo a Ucrania. Para el presidente ucraniano, Zelensky, esta incertidumbre es alarmante. Occidente parece actuar con demasiada cautela, a veces cediendo terreno, otras veces manteniendo una postura ambigua que podría significar un cambio en el tablero geopolítico si Trump recupera el poder.
Este es el mundo en el que vivimos hoy. Entre promesas políticas que rara vez se cumplen, una Europa sin estrategia industrial y una política exterior de Estados Unidos que se balancea en el borde de la indecisión, el liderazgo brilla por su ausencia. Europa y América necesitan algo más que promesas electorales o paliativos. Necesitan líderes que enfrenten las crisis con claridad, compromiso y decisiones que impulsen el verdadero cambio, más allá de las palabras y los votos.