Estas semanas hemos vivido un proceso acelerado de pasotismo en la vida pública, por nuestros políticos y agentes sociales. Cada vez menos a la altura de la dramática situación económica que vivimos. Imágenes propias de una parodia hecha en un momento de felicidad social, de efervescencia propia de la Belle Epoque o de increíble crecimiento económico vinculado a una tasa de paro cero. Nada de eso sucede, pero viven como tal.
Por un lado, el esperpento vivido en la jornada de ayer, sábado, con las manifestaciones del 1 de mayo. Siete ministros se manifestaron contra ellos mismos en una imagen indescriptible que refleja que les da igual absolutamente todo. Que son capaces de salir a la calle, con los sindicatos, a manifestarse por manifestarse. Como “Mauricio o las elecciones primarias” cuando observa, en ese mundo costumbrista de su alrededor, que todo está patas arriba y que ni siquiera él sabe el lugar que le corresponde.
Así le miraban los sindicatos a los 7 ministros que se apuntaban a los gritos y a las reivindicaciones, que eran proclamas que ellos mismos podían resolver cada semana en el Consejo de Ministros. Ayer no fue un buen día para ser sindicalista. Como quien acude al estadio de fútbol y su propia afición festeja los goles rivales más que los del propio equipo. Gobierno y sindicatos son un solo cuerpo, una sola mente, un solo ser, una sola reivindicación.
Podían haber protestado para que los trabajadores españoles que pagan un 39,3% de su sueldo en impuestos dejen de hacerlo. Pero no se escuchó nada al respecto. O podían haber protestado por los ERTES. Cada vez la losa que sepulta a los jóvenes a la hora de encontrar y mantener su puesto de trabajo. Pero eso nos habría llevado a un estadio superior de conciencia colectiva de los sindicatos o un proceso ya desbocado de esquizofrenia política. Hasta ahí todavía no llegamos ayer.
Pero, si vivimos la expresión máxima del no sé qué hago aquí, pero ya que estamos, vamos a protestar. ¿Pero protestar contra quién? Es un absurdo y un insulto a la inteligencia. A la poca inteligencia social que queda ahora mismo. Hoy hay muchas menos razones para estar afiliado a un sindicato, pero sobre todo, hoy todo sindicalista ya no sabe a quien criticar, reivindicar … Bueno, miento. A los bancos. A los banqueros. Gobierno y sindicatos tienen un mensaje común. La culpa de todo la tienen los banqueros. Esos seres que acuden cada día a su trabajo con el objetivo de hacerse cada día más millonarios, para ellos. Mientras que en realidad lo hacen para ganarse el pan de sus familias, para desarrollar un sistema bancario que permita crecer a la sociedad.
Este ataque de la Ministra Calviño es la máxima expresión, hasta el momento, de un Gobierno que no sabe comandar la economía, que tiene los peores registros en crecimiento, paro, en recuperación y en no saber qué hacer con el dinero. El dinero que Europa pone encima de la mesa para la recuperación, pero que no sabemos donde emplear. Hemos llegado hasta el último día para presentarlo porque hasta el último día no saben dónde ponerlo ni como hacerlo. Y ahora el espectáculo para repartirlo. Miedo le da a Europa cómo se reparta y miedo empieza a darle a los empresarios cómo lo repartan.
Pero volviendo a la manifestación de ayer. El Gobierno había comenzado ya a hablar sobre el fin del contrato por obra. Gran medida para revertir la lacra del paro, sobre todo en los más jóvenes. Una medida que ahonda en la rigidez del sistema y que puede dañarlo aún más. Pero la ministra Díaz, que ayer vitoreaba con los sindicatos en un alarde esquizofrenia colectiva llevó la medida a Bruselas, como podía haber llevado otra. Por lo que tiene en la mano todas las medidas posibles para reforzar el empleo y esta medida lo demuestra. Cuando la ministra se preparaba en su domicilio para ir a protestar con los sindicatos, qué debía estar pensando. Porque, ¿qué es peor conocer de antemano que aquello es bastante raro o no tener conciencia de que tú eres la responsable del empleo?
Sociológicamente sólo puede entenderse por las palabras de la Portavoz María Jesús Montero, cuando afirmó que todos los cambios van encaminados a posicionar a España en el Nuevo Orden Mundial. ¿Cuál es el Nuevo Orden Mundial? ¿A qué se refiere con que nuestro proceso productivo va hacia el nuevo orden mundial? ¿Qué clase de 1984 orwelliano está construyendo el Gobierno con el resto de poderes mundiales?
Pero sí, ese proceso sí explicaría que el Gobierno esté comportándose de esa manera porque en el fondo sabe pero no sabe, conoce pero no conoce, está a expensas de una autoridad supranacional que les tiene completamente desubicados y que repiten consignas ordenadas que ni tan siquiera entiende. Porque no sé qué asusta más. Si que la Portavoz del Gobierno sepa contestar a las preguntas anteriores sobre el Nuevo Orden Mundial o que no conozca su significado, ni las respuestas.
Que Dios nos pille confesados…