Claves del día de Jose Antonio Vizner
A veces, el mercado tecnológico parece un gran espectáculo de magia: reluciente por fuera, pero lleno de trucos cuando uno se acerca demasiado. ¿Es eso lo que está pasando con DeepSeek? Como alguien que sigue de cerca las tendencias del mercado, me resulta imposible ignorar el impacto de esta compañía y las preguntas incómodas que plantea.
Empecemos por lo evidente: DeepSeek ha sacudido el tablero de la inteligencia artificial, y no precisamente con pequeñas olas. Con su tecnología que promete reducir en un 75% los costos de energía y memoria para entrenar modelos de IA, ha obligado a gigantes como Nvidia a enfrentarse a una dura realidad: el mercado ya no está dispuesto a seguir inflando valoraciones desproporcionadas. El avance de DeepSeek es impresionante, sin duda. Ha demostrado que se puede hacer más con menos, procesando datos más rápido, con mayor precisión y utilizando solo el 5% de las GPUs necesarias para modelos comparables. Pero esto ha venido acompañado de un golpe demoledor al mercado.
Aquí es donde me pregunto: ¿estábamos viviendo en una burbuja tecnológica? ¿Se construyó todo este ecosistema de la inteligencia artificial sobre una base más débil de lo que creíamos? Los recientes movimientos de Nvidia, que ahora parece estar perdiendo terreno para intentar recuperar una valoración inicial sobreestimada, sugieren que algo no cuadra. Y si el mercado está a punto de enfrentarse a un “lunes negro” tecnológico, no sería la primera vez que los inversores terminan pagando los platos rotos de expectativas infladas.
Sin embargo, hay más en esta historia. El papel de China en todo este drama también merece atención. Se ha filtrado que, supuestamente, China habría accedido a chips avanzados de Nvidia a través de empresas fantasma en Singapur y otros países de Asia-Pacífico. A pesar de las restricciones impuestas por la administración Biden, estos componentes habrían sido utilizados para entrenar modelos de IA, poniendo en duda la efectividad de las sanciones. ¿Las políticas estadounidenses han terminado siendo un boomerang? Esta es otra interrogante que, como observador, no puedo evitar hacerme.
Por otro lado, la narrativa de DeepSeek no es solo tecnológica; también es política y social. ¿Cómo afecta este avance a la geopolítica tecnológica? ¿Qué significa que una empresa pueda operar con tan pocos recursos mientras los gigantes del sector quedan tambaleándose? Y, sobre todo, ¿qué mensaje le estamos enviando a los inversores, que ahora miran el mercado con una mezcla de pánico y sensación de haber sido engañados?
La sensación de desconfianza se extiende más allá de la tecnología. En otro tema, el expresidente Donald Trump ha encendido una nueva polémica en su red Truth Social, acusando al presidente de Colombia, Gustavo Petro, de bloquear dos vuelos de repatriación de inmigrantes. Trump no solo se limitó a señalar al gobierno colombiano, sino que calificó la acción como una amenaza a la seguridad nacional y prometió represalias inmediatas. Este tipo de declaraciones, que mezclan política migratoria con tensiones internacionales, no hacen más que añadir leña al fuego en un escenario global ya de por sí complicado.
Con todo esto en mente, me resulta inevitable pensar en el delicado equilibrio que define nuestro presente. El mercado tecnológico, la geopolítica y los conflictos de poder están más conectados que nunca, y en ese cruce de caminos, parece que la única constante es la incertidumbre.
Para quienes hemos diversificado inversiones y mantenido un enfoque crítico, este podría ser el momento de decir “te lo dije”. Pero, siendo honesto, lo que está en juego es mucho más grande que la satisfacción de haber tomado buenas decisiones: es el futuro de un mercado que, a pesar de sus excesos, también ha sido una fuente inagotable de innovación. Y si el espectáculo tiene que continuar, al menos espero que esta vez no sea a costa de nuestra confianza como inversores.