Claves del día de Jose Antonio Vizner
Hoy nos encontramos ante una semana decisiva en la geopolítica y la geoeconomía, justo a las puertas de la cumbre de los BRICS en Kazán. Mientras el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional siguen su propio curso, los BRICS parecen querer marcar un camino distinto, uno que pone en el centro de la discusión el regreso de Vladimir Putin al escenario internacional. No se trata solo de un desafío a las sanciones que han fijado a Rusia, sino de una apuesta estratégica mucho más amplia: acabar con la hegemonía del dólar.
Putin lleva tiempo advirtiendo que, si no hay un cambio económico global, muchos países podrían enfrentarse a la misma situación en la que Rusia se encuentra actualmente, acorralada por sanciones y aislada financieramente. No es casual que esta cumbre coincida con el 80 aniversario de la Conferencia de Bretton Woods, aquella que en su momento cambió el estándar del oro por el del dólar y cimentó el poder financiero de Estados Unidos. Ahora, los BRICS y el Sur Global se preguntan seriamente si el dólar sigue siendo la moneda refugio que alguna vez fue. La respuesta parece estar en el aire, con el ascenso de China como un nuevo centro de poder económico y la transición de una economía global que empieza a tomar otros rumbos.
El mundo se está dividiendo claramente en dos bloques. Lo que empezó en Bretton Woods hace 80 años, con Estados Unidos tomando las riendas del orden económico mundial, ahora está siendo desafiado de manera frontal por Rusia y China. Para estos países, el modelo basado en el dólar es un objetivo a eliminar. Y el formato BRICS parece ser la herramienta adecuada para ello. Putin lo tiene claro: hay que formar un bloque alternativo, no solo militar sino también económico, que incluye a países como China, India, Egipto y otros que ven en este proyecto una salida para crecer sin depender de las reglas que dicta Washington.
Lo que está en juego aquí no es solo una cuestión de sanciones o economías nacionales, sino un auténtico “big bang” económico que podría reconfigurar el mapa mundial. Putin busca provocar una ruptura definitiva con el sistema financiero liderado por Estados Unidos, estableciendo una división global donde los países alineados con los BRICS no tengan que rendir cuentas al dólar.
Mientras tanto, el conflicto en Ucrania sigue generando nuevas tensiones, y ahora la preocupación se centra en la colaboración militar entre Rusia y Corea del Norte. Volodimir Zelensky lo dejó claro en una de sus declaraciones recientes: “Una nueva amenaza ha surgido, la alianza malévola entre Rusia y Corea del Norte. Estoy agradecido a las naciones que no cierran los ojos ante esta peligrosa colaboración”. Para Zelensky, no se trata solo de un suministro de armas, sino de una colaboración militar directa que incluye el envío de soldados norcoreanos para combatir junto a las tropas rusas. Esta peligrosa alianza entre Rusia, Irán y Corea del Norte no solo implica intercambios comerciales y armamentísticos, sino que podría ser el inicio de una nueva fase en la guerra, una que algunos ya se atreven a denominar el preludio de una Tercera Guerra Mundial.
Mientras el mundo sigue debatiendo sobre el futuro del orden económico y las crecientes tensiones militares, en el otro lado del Atlántico el FMI enfrenta sus propios retos. Bloomberg ha descrito la reunión anual del FMI como una auténtica “bomba de relojería” de 100 billones de dólares. Las previsiones de deuda a largo plazo son alarmantes, con una enorme carga que pesa sobre los bancos centrales y los ministros de economía. De aquí a 2050, se proyecta un cambio radical en el equilibrio económico mundial. Mientras que países como China podrían moverse en un rango del 60% al 100%, Alemania, por su parte, parece vivir en una especie de utopía financiera, intentando reducir su deuda al 40%. Sin embargo, si no ocurre un verdadero cataclismo o Alemania logra una posición de liderazgo global, el país podría verse excluido del grupo de las diez economías más importantes del mundo.
Estamos ante un panorama en el que se cruzan dos grandes frentes: por un lado, la lucha por el control del orden económico global, y por otro, el incremento de las tensiones geopolíticas que podrían llevarnos a un conflicto de dimensiones inimaginables. La cumbre de los BRICS no solo representa un foro de discusión económica, sino el reflejo de un cambio de era, uno en el que el poder del dólar y el dominio de Occidente están siendo desafiados.