Claves del día de Jose Antonio Vizner
Durante dos años y medio, el mundo ha escuchado a Donald Trump asegurando que, de llegar al poder, pondría fin a la guerra en Ucrania. Apenas 48 horas después de su victoria, Trump ya ha presentado un borrador de paz que promete revolucionar el orden geopolítico global, según el Wall Street Journal. Sin embargo, este “plan de paz” está lejos de resolver las tensiones, y en su lugar, coloca a Europa en una encrucijada delicada y polémica.
La estrategia de Trump en Ucrania implica que el país renuncie a cualquier aspiración de ingresar en la OTAN durante las próximas dos décadas. En este esquema, Estados Unidos continuaría enviando armas a Ucrania, pero no soldados. El plan es audaz: la defensa de Europa pasaría a depender de tropas locales, como las de Polonia, Alemania y Francia. Europa, en este caso, se convierte en el protector directo de su territorio, mientras que Estados Unidos actúa principalmente como proveedor de armas.
¿Es realmente posible que el mismo continente que ha dependido de la protección estadounidense asuma la carga de esta “paz”? Emmanuel Macron, el presidente de Francia, no se siente cómodo con la idea. Aunque Macron reconoce que Trump fue elegido democráticamente, sostiene que el enfoque de Europa debería estar en fortalecerse a sí misma y dejar de depender de las grandes potencias, ya sea de Estados Unidos o de China.
Sin embargo, las palabras de Macron revelan un optimismo desconectado de la realidad. Europa es, en efecto, un mercado de 400 millones de personas, pero eso no significa que pueda competir de igual a igual con las superpotencias. Años de dependencia han dejado a la UE en una posición debilitada frente a la pujanza económica de China y el poderío militar estadounidense. Mientras, el mandatario francés parece ignorar la deuda que asfixia a su propio país ya Alemania, las principales economías del continente.
La llegada de Trump no solo cambia el rumbo de la relación transatlántica, sino que reactiva a ciertos líderes europeos que antes se mantenían en la periferia de la influencia, como Viktor Orbán. Durante años, el primer ministro húngaro ha sido marginado por su postura nacionalista, pero hoy su enfoque de “primero la paz, luego el diálogo” cobra una nueva relevancia en este tablero. Orbán habla sobre cómo ir al camino de la paz: “La primera condición para la paz es la comunicación y para comunicarse es necesario un alto el fuego. Esa es la lógica. Abogo por un alto el fuego para que las partes dialoguen y negocien. Es mi propuesta, pero dejen de matarse ahora mismo, es mi recomendación”.
Este replanteamiento de alianzas, obligaciones y roles representa, en última instancia, un desafío fundamental para Europa.