Claves del día con Jose A. Vizner
La situación en Oriente Medio está tomando un giro cada vez más complejo, y la clave parece estar en cómo el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, maneje la escalada del conflicto con Hezbolá. El Líbano se ha convertido en el principal foco de ataques y Estados Unidos ya ha advertido de que la guerra podría extenderse a una nueva fase, involucrando a actores como Irán e Irak. Las señales son claras: el conflicto en Oriente Medio podría no estar limitado solo a Israel y Palestina.
Esta advertencia llega justo en la semana en que se celebra la Asamblea General de las Naciones Unidas. En Nueva York, el presidente ucraniano Volodimir Zelensky está preparado para presentar su plan de paz, buscando obligar a Rusia a firmar un acuerdo que ponga fin a la guerra en Ucrania. Es un plan respaldado por Joe Biden, quien ha reiterado su compromiso armamentístico como forma de presionar a Putin hacia un alto el fuego. Sin embargo, me pregunto si este plan de paz realmente obligará a Rusia a ceder o si simplemente prolongará el conflicto, con consecuencias imprevisibles.
Mientras tanto, en Israel, la situación en Líbano continúa siendo crítica. Reuters informa de que Israel ha dejado claro que sus operaciones no cesarán hasta que los rehenes regresen de forma segura. Pero aquí es donde surge una contradicción importante: Estados Unidos, a través de su portavoz John Kirby, ha advertido a Israel de que existen “mejores maneras” de lograr el regreso de sus ciudadanos sin una escalada militar. Pero ¿qué ocurre si Israel decide ignorar este consejo? Lo que podría venir después es una redefinición de las fronteras del Líbano, como ha sugerido el ministro de Asuntos de la Diáspora de Israel, Amichai Chikli.
En paralelo, Zelensky busca garantías de seguridad vinculantes por parte de Biden. Quiere asegurarse de que Estados Unidos no solo apoya su plan de paz, sino que también respalda de manera concreta a Ucrania. Sin embargo, me parece que hay algo más en juego aquí: Biden necesita asegurar su legado. El problema es que ese “legado” aún no está claro. En algún momento, se habló de Bidenomics, pero la realidad es que para la clase media y baja en Estados Unidos, ese concepto no parece estar trayendo los beneficios prometidos. Entonces, ¿para qué es realmente el Bidenomics? ¿Es un proyecto que beneficia a unos pocos o tiene un impacto más amplio? Kamala Harris debería estar atenta a cómo se redistribuyen esos recursos.
Por si fuera poco, S&P 500 Global Ratings ha publicado un informe preocupante sobre Europa. Según ellos, el continente necesita una inversión de 700.000 millones de euros en infraestructuras energéticas hasta 2030 para evitar un colapso. Vemos cómo los precios de la electricidad se desplomaron en agosto: -20€ en Francia, -17€ en Alemania, y prácticamente 0€ en España. Tenemos una gran cantidad de energía disponible, pero el problema es que no podemos almacenarla de manera efectiva. Esto, me temo, podría llevarnos a un escenario en el que Europa no esté preparada para los grandes saltos tecnológicos, como el uso masivo de criptomonedas, porque no tendría la capacidad energética necesaria para soportarlo.
Europa necesita urgentemente capacidad energética adicional, pero la realidad es que estamos lejos de alcanzarla. Sin inversiones en infraestructuras, nos encontraremos con precios de la energía inusualmente bajos cuando los consumidores la necesiten y proyectos que dependan de esa energía tendrán que buscar fuera de Europa. Esto me recuerda lo que ocurrió durante la pandemia con el petróleo: había mucho, pero no había demanda, así que simplemente se lo llevaron. Ahora, con la energía, el problema es que no tenemos dónde almacenarla, y esto nos dejará en una posición vulnerable.
En resumen, el panorama global es preocupante. Desde la escalada del conflicto en Oriente Medio hasta la falta de capacidad energética en Europa, el mundo enfrenta una serie de desafíos que requieren soluciones rápidas y efectivas. La pregunta es si nuestros líderes están realmente preparados para enfrentarlos.