McKinsey y el Consejo del Hidrógeno señalan que para 2050 puede proporcionar la solución de descarbonización de menor coste para más de una quinta parte de la demanda final de energía
El hidrógeno desempeña un “papel fundamental” para ayudar al mundo a alcanzar el compromiso de cero emisiones netas para el 2050 y limitar el calentamiento global a 1,5 grados y para entonces el hidrógeno puede proporcionar la solución de descarbonización de menor coste para más de una quinta parte de la demanda final de energía
Así se recoge en el informe Hidrógeno para Net-Zero (‘Hydrogen for Net Zero’) elaborado por McKinsey & Company y el Consejo del Hidrógeno con la finalidad de impulsar el desarrollo de la economía basada en el hidrógeno que permita una “profunda descarbonización” de forma rentable y eficiente que permita a los países cumplir sus objetivos climáticos.
El informe presenta un escenario para alcanzar las emisiones cero netas hasta 2030 y 2050 “bastante ambicioso pero realista”, tomando en consideración los usos del hidrógeno en la industria, la energía, la movilidad y los edificios.
Según el mismo, el hidrógeno limpio renovable y de baja emisión de carbono, como complemento de otras tecnologías de descarbonización como la energía renovable, los biocombustibles o las mejoras en la eficiencia energética, ofrece “la única opción a largo plazo, escalable y rentable para una profunda descarbonización” en sectores como el del acero, el marítimo, el de la aviación y el del amoníaco.
Al 2050, el hidrógeno puede evitar 80 gigatoneladas (GT) de emisiones acumuladas de CO2 y contribuir al 20% de la reducción total necesaria, pero esto requiere del uso de 660 millones de toneladas métricas (MT) de hidrógeno renovable y bajo en carbono, lo que equivale al 22% de la demanda mundial de energía final, recoge.
En ese sentido, el socio de McKinsey & Company en España Bruno Esgalhado señala que en la próxima década, la demanda mundial de hidrógeno renovable y bajo en carbono podría crecer un 50%, lo que para 2030, según sus estimaciones, se traduciría en una reducción de las emisiones anuales de CO2 equivalente al volumen total de CO2 emitido por el Reino Unido, Francia y Bélgica juntos. “Pero alcanzar este paso requiere de un aumento significativo de la producción, la infraestructura y los usos finales”, ha apuntado.
“Actualmente el impulso del hidrógeno es muy notable. Si comparamos las estimaciones de capacidad de producción con vistas al año 2030 realizadas en los tres últimos años –desde 2019 a 2021– éstas se han más que triplicado cada año. Al mismo tiempo, el volumen de proyectos maduros, es decir, proyectos que ya tienen solución técnica o financiación por detrás, suman más de 80.000 millones de dólares”, ha añadido.
Hoy en día, la industria del hidrógeno muestra un “fuerte impulso” en todo el mundo, con más de 520 proyectos a gran escala anunciados en 2021, un 100% más que el año anterior, y con 150 proyectos añadidos al listado sólo en los últimos tres meses de la realización del informe; todo ello se traducirá en una inversión de 160.000 millones de dólares, recoge el informe de McKinsey.
Sin embargo, esto sólo cubre el 25% de los 700.000 millones de dólares necesarios para lograr el despliegue expuesto en este informe para alcanzar el cero neto, donde se señala que 300.000 millones son necesarios para la producción de hidrógeno, 200.000 millones para la infraestructura y 200.000 millones para los usos finales del hidrógeno.
“Se requiere de una colaboración más estrecha entre el sector público y el privado para aumentar las inversiones, ya que deben multiplicarse por más de cuatro veces para situar al mundo en la trayectoria hacia el net zero”, continúa Esgalhado.
El informe considera que los gobiernos deben fomentar la transición mediante incentivos, regulación y mecanismos que permitan apoyar al hidrógeno a superar los obstáculos económicos iniciales para llegar a ser realmente competitivo; mientras que el sector privado debe estar dispuesto a invertir para crear el cambio y asumir algún riesgo, así como establecer normas y niveles de ambición comunes en todos los sectores y regiones.
Desde McKinsey & Company se estima que es necesario un despliegue de 75 toneladas de hidrógeno limpio para 2030, “un objetivo ambicioso pero alcanzable”. Este suministro de hidrógeno limpio puede sustituir 25 toneladas de hidrógeno gris en el amoníaco, el metanol y el refinado; 50.000 millones de litros de gasóleo en la movilidad terrestre; y 60 Tm de carbón utilizado en la producción de acero”, recoge el informe.
El crecimiento inicial del despliegue del hidrógeno limpio se centrará probablemente en Europa, Japón y Corea, que representarán alrededor del 30% de la nueva demanda limpia. China y América del Norte, mercados de hidrógeno significativamente mayores en la actualidad, les seguirán de cerca con un 20% de la demanda de hidrógeno limpio cada uno.
Por otro lado, se señala que la contribución a la descarbonización del uso de hidrógeno limpio será diferente según el segmento de uso final. Así, en los usos industriales actuales será especialmente por la descarbonización del refinado y la síntesis del amoníaco; la movilidad terrestre podría evitar unas 90 toneladas de emisiones de CO2 en 2030 gracias a los vehículos impulsados por hidrógeno; los combustibles basados en el hidrógeno, son las alternativas escalables más prometedoras para descarbonizar la aviación y las aplicaciones marítimas.
El acero requiere mayores inversiones iniciales pero que podría representar alrededor del 4% de la demanda de hidrógeno en 2030, al tiempo que impulsaría casi el 20% de la reducción de emisiones ese año; mientras que en energía, el hidrógeno permitirá la pronta descarbonización de los actuales activos de generación de energía con combustibles fósiles.
En conclusión, el informe recoge que la tremenda aceleración de proyectos que se han puesto en marcha en el último año demuestra que “los numerosos usos potenciales del hidrógeno se reconocen en la industria”, sin embargo, ve “necesario” multiplicar los anuncios de nuevos proyectos para poder aprovechar todo el potencial de reducción del hidrógeno. “Convertir este impulso en un despliegue real depende ahora de un marco normativo adecuado”, señalan desde McKinsey.
En definitiva, según sus conclusiones, el pleno potencial del hidrógeno sólo puede aprovecharse si se actúa en tres frentes, estimular la demanda, permitir el acceso a través de la infraestructura y crear una escala para reducir los costes y cerrar la brecha económica de las soluciones de descarbonización del hidrógeno frente a las alternativas convencionales.