El reciente informe de Mario Draghi ha dejado al descubierto la incapacidad de Europa para adaptarse a un mundo en constante modernización. En su análisis, Draghi ha puesto frente al espejo a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, quien ha gestionado mal unos 800.000 millones de euros que deberían haberse invertido estratégicamente. Es evidente que, aunque ese dinero estaba disponible, no se ha utilizado de manera efectiva. Europa ha intentado equilibrar objetivos contradictorios, pero, como mostró Draghi, esa estrategia simplemente no funciona. Y ahora, como siempre, es el ciudadano el que terminará pagando las consecuencias para no quedar rezagado frente a Estados Unidos.
En una entrevista reciente en Negocios TV, Rodrigo Rato también señaló la necesidad urgente de unificar el mercado de capitales en la Unión Europea. No es solo una cuestión de errores financieros; es un fallo estructural que va más allá de la gestión de fondos. Estamos ante un déficit de liderazgo en la cúpula europea, que, pese a estar detrás de estos problemas, no parece tener intención de retirarse.
El informe de Draghi no se queda en la superficie; aborda de lleno lo que él describe como la “agonía lenta” de Europa. Mientras que en Estados Unidos los ingresos se han duplicado, en Europa seguimos estancados, y eso en un contexto de envejecimiento poblacional y baja natalidad. Este declive demográfico es uno de los mayores problemas de nuestro continente. Europa ha priorizado el estilo de vida individualista y el cuidado de animales sobre el fomento de la natalidad, y ahora enfrentamos las consecuencias de esa miopía. Nos hemos convertido en una sociedad que se encoge, y la pregunta inevitable es: ¿quién va a pagar las pensiones en el futuro?
Es urgente que Europa deje de distraerse con debates triviales y se enfoque en lo que realmente importa. Se habla mucho de que Europa es “independiente”, pero la realidad es que dependemos más que nunca. No ha sido sino hasta que Draghi lo señaló que muchos han reconocido esta dura verdad.
Y ahora, 800.000 millones de euros más para esta cúpula dirigente, para que los desperdicie, como ya advertimos. ¿De qué servirá esta cifra astronómica si no se utiliza adecuadamente? Si Europa sigue trabajando menos, inevitablemente producirá menos, lo que significa que seremos más pobres. Hay que reflexionar sobre los valores que nos enseñaron nuestros abuelos: el esfuerzo y la dedicación, algo que parece haberse desvanecido en la Europa actual, donde “somos señoritos sin dinero”. Lo que Draghi puso sobre la mesa es un reflejo del desastre que enfrenta el continente.
Otro punto importante que abordó el informe de Draghi es la incapacidad del sector privado para sostener las inversiones necesarias sin el respaldo público. Draghi fue claro al decir que “Europa ya no puede permitirse procrastinar”, una afirmación que deja en evidencia que quienes han estado procrastinando no son los ciudadanos, sino la clase dirigente. Y ahora, como si no fuera suficiente, se les confían 800.000 millones más. Estamos peligrosamente cerca del precipicio, y lo que Draghi reveló no debería ser ignorado.
Al otro lado del Atlántico, Kamala Harris, en medio de un ajustado panorama electoral frente a Donald Trump, ha optado por una táctica arriesgada: pedir un aumento del salario mínimo, incluyendo los subsalarios que dependen de las propinas. Con el debate presidencial a la vuelta de la esquina, Harris busca un impulso en las encuestas, pero, si no logra un buen desempeño, corre el riesgo de quedar en el olvido.
Finalmente, Europa ha revelado información sobre la presunta venta de misiles balísticos iraníes a Rusia, lo que ha generado una nueva ola de tensiones internacionales. Mientras Irán niega las acusaciones, Ucrania ha declarado que estos misiles serán considerados objetivos legítimos. La situación en Europa, tanto económica como geopolítica, no deja de complicarse.