Claves del día de Jose Antonio Vizner
Los recientes comentarios del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, sobre la posibilidad de adquirir Groenlandia no son una mera excentricidad o un simple globo de ensayo. Desde mi punto de vista, se trata de un movimiento calculado dentro de una estrategia de reposicionamiento global de Estados Unidos, una respuesta a la creciente competencia en el Ártico entre las principales potencias mundiales. No estamos solos en esta ambición; China, Rusia, Irán y Corea del Norte también están observando y actuando. Europa, por su parte, interpreta este giro como una clara señal de cambio en el enfoque geoestratégico de Estados Unidos, motivado por la debilidad percibida en el entorno internacional.
Trump ha expresado sus ideas sobre la posible expansión territorial de Estados Unidos hacia Groenlandia y Canadá, planteando un escenario de influencia ampliada sobre el Ártico. Esta región, con sus seis zonas económicas exclusivas, contiene alrededor del 22% de las reservas mundiales de petróleo y valiosas tierras raras, esenciales para las tecnologías modernas. Si Estados Unidos lograra el control de estas áreas, contrarrestaría la presencia creciente de Rusia en el Ártico. A través de estas movidas, Trump podría intentar emular a presidentes pasados que expandieron el territorio estadounidense, como hizo McKinley en su momento.
A partir del 20 de enero, cuando Trump asuma la presidencia con el control del Senado y el Congreso, podrá impulsar temas que refuercen la presencia internacional de Estados Unidos, y el Ártico parece ser una de sus prioridades. Desde Europa, la situación es vista con preocupación, no solo por el acceso a los recursos energéticos, sino también por las implicaciones en el mercado de metales raros y otros recursos naturales. La batalla económica ya está en marcha, y los actores están posicionándose.
En el frente de seguridad, la postura de Rusia también está en constante evolución. Recientemente, ha sugerido estar dispuesta a aceptar que Ucrania se una a la OTAN, con la condición de que las fuerzas militares occidentales abandonen Europa del Este. Esta demanda, que ha estado sobre la mesa desde mucho antes de 2022, es una muestra de las complejas dinámicas en juego. Trump ha criticado la gestión del conflicto por parte del presidente saliente, Joe Biden, argumentando que su enfoque negociador fue un error que inevitablemente llevaría a una guerra. “Puedo entender por qué Rusia ve una amenaza en tener a la OTAN justo a sus puertas”, dijo Trump, dejando claro que considera que los errores diplomáticos contribuyeron al conflicto actual.
Mientras tanto, la economía china se enfrenta a sus propios desafíos. A pesar de los esfuerzos para estimular el consumo y revertir la deflación, los índices de precios siguen sin repuntar. Un descenso del índice de precios al productor (IPP) del -2,3% y un crecimiento del 5% en un contexto deflacionario han generado dudas sobre la veracidad de las cifras oficiales. Incluso algunos analistas financieros de renombre han comenzado a cuestionar los datos económicos proporcionados por el gobierno chino.
En conclusión, el tablero geopolítico está cambiando rápidamente. La ambición territorial de Trump no es una idea aislada, sino una pieza en un juego más amplio de poder y recursos que definirá las relaciones internacionales en los próximos años. Groenlandia, con su posición estratégica y sus riquezas naturales, es sólo el comienzo.