China ha dado un paso significativo en el fortalecimiento de su capacidad militar con el lanzamiento del buque de asalto anfibio más grande del mundo, en lo que muchos observadores consideran una clara señal de su creciente ambición geopolítica. Este buque, que combina características de un portaaviones y un buque de desembarco anfibio, marca un avance estratégico para Pekín, especialmente en el contexto de tensiones en el Indo-Pacífico y con Estados Unidos.
Un coloso marítimo para la proyección global
El nuevo buque, bautizado como Sichuan, fue presentado oficialmente en una ceremonia realizada en el Astillero Hudong de Shanghái. Según medios estatales chinos, el evento, que incluyó la inundación gradual del muelle donde se construyó, subraya la capacidad de la industria naval china para desarrollar equipos militares de vanguardia en plazos cada vez más cortos.
Clasificado como Tipo 076, el Sichuan supera significativamente a sus predecesores, los buques de la clase Tipo 075, al incorporar un sistema de lanzamiento electromagnético. Este avance técnico permitirá el despegue de drones de gran tamaño y aviones de combate tripulados, capacidades que tradicionalmente se limitaban a los portaaviones.
Con 260 metros de eslora y un desplazamiento estimado en más de 40.000 toneladas, este buque es más grande que cualquier otro de su tipo, incluido el America Class de la Marina de los Estados Unidos y el Izumo de Japón.
Una pieza clave en el tablero estratégico
El lanzamiento del Sichuan se produce en un momento crítico para la política exterior de China, ya que busca reforzar su capacidad de proyección militar en el Pacífico. Este tipo de buques es crucial para operaciones anfibias, lo que aumenta las capacidades de Pekín en un posible escenario de invasión a Taiwán.
Song Zhongping, un destacado analista militar chino, describió al Sichuan como un “portaaviones ligero”, subrayando su importancia para la Armada del Ejército Popular de Liberación (EPL). “Con este lanzamiento, China entra en la era de los cuatro portaaviones”, comentó un entusiasta militar chino en las redes sociales, refiriéndose al nuevo buque y a los portaaviones Liaoning, Shandong y Fujian, este último actualmente en pruebas marítimas.
Innovación aérea en paralelo
El lanzamiento del Sichuan coincide con vuelos de prueba de nuevos prototipos de aviones de combate chinos, avistados recientemente sobre las ciudades de Shenyang y Chengdu. Estos aviones, en desarrollo por diferentes institutos, podrían representar la próxima generación de cazas furtivos del EPL, aunque aún pasarán años antes de que entren en servicio.
El mes pasado, durante el salón aeronáutico de Zhuhai, se exhibió una maqueta del J-35, el último caza furtivo desarrollado en China. Los esfuerzos combinados en el ámbito naval y aéreo destacan el acelerado ritmo de modernización militar de Pekín, que busca cerrar la brecha tecnológica con Estados Unidos y otras potencias occidentales.
Desafíos para Occidente
La expansión de la flota china y su capacidad de producir buques de alta tecnología en plazos breves preocupa a analistas militares en Estados Unidos y sus aliados. Un informe del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) de agosto destacó que el Sichuan, con un desplazamiento cercano a las 50.000 toneladas, supera en tamaño y potencial a los buques de asalto anfibio de cualquier otra nación.
Además, el contexto geopolítico agrava las tensiones: mientras Washington enfrenta limitaciones en la expansión de su arsenal debido a cuellos de botella industriales, Pekín continúa incrementando su presencia en áreas clave como el Mar de China Meridional y el Estrecho de Taiwán.
Un mensaje contundente
Con el Sichuan, China no solo busca consolidar su dominio regional, sino también enviar un mensaje de poder al resto del mundo. La combinación de avances tecnológicos, una industria militar en auge y una política exterior más asertiva refuerzan su posición como actor clave en el escenario global.
A medida que la Marina del EPL integra esta nueva clase de buques en su flota, el equilibrio de poder en la región Asia-Pacífico se enfrenta a un cambio significativo, lo que presagia nuevos retos para las potencias occidentales en su estrategia de contención frente a Pekín.