Claves del día de Jose Antonio Vizner
La reciente advertencia de Irán sobre las “líneas rojas globales” es un recordatorio claro de las posibles consecuencias de un ataque a sus instalaciones.
En un contexto completamente distinto, pero no menos crucial, Donald Trump ha delineado lo que sería su plan económico en caso de ganar las próximas elecciones en Estados Unidos. Es evidente que su mensaje va dirigido no solo a los republicanos norteamericanos, sino también a Europa. Trump está dibujando un panorama en el que las empresas en EE.UU. se beneficiarían de la eliminación de aranceles y del apoyo del gobierno, lo que contrasta con la situación en Europa, donde las empresas se enfrentan a una burocracia cada vez mayor, más dificultades operativas y costos adicionales cuando comercian con China.
Es un mensaje que Europa, y especialmente Ursula von der Leyen, debería tomar en cuenta. Trump promete un ambiente de negocios con “los impuestos más bajos” y “los costos de energía más reducidos”, algo que suena atractivo para las empresas en un mundo donde la competitividad es clave. Él asegura que EE.UU. tiene más “oro líquido” que cualquier otro país, refiriéndose a sus reservas de petróleo, y recalca que este recurso es de “la mejor calidad”. No es sorprendente que Trump se presente a sí mismo como el presidente que ha recortado más regulaciones que cualquiera de sus predecesores, una propuesta que sigue atrayendo a los sectores empresariales.
Mientras tanto, Candriam, en su último informe, plantea una duda importante: ¿será 2025 el año en que finalmente se reducirá la deuda pública? Aunque en 2023 la hiperinflación del 8% está permitida temporalmente para controlar la deuda, la proyección para 2025 es de una inflación mucho más moderada, apenas del 2%. Esto significa que no habrá la misma erosión natural del ratio de deuda pública que vimos en años anteriores, por lo que los países no podrán simplemente sentarse y esperar a que el problema se resuelva por sí solo.
Lo que más me preocupa es cómo se enfrentará este nuevo escenario, especialmente en países como España. Durante la última década, la caída de los tipos de interés permitió a los gobiernos aumentar la duración de su deuda a un promedio de 7,9 años con un tipo medio del 2,65%. Sin embargo, se proyecta que para 2025 el coste de la deuda se mantendrá en torno al 2,25%, lo que dificultará aún más frenar el déficit. Si no se toman medidas activas, no solo para gestionar la deuda sino para impulsar la economía, me temo que estaremos en una situación muy delicada en los próximos años.
En definitiva, tanto en el ámbito geopolítico como en el económico, estamos viendo cómo las tensiones se acumulan y los retos se hacen cada vez más complejos. Desde la advertencia de Irán y la escalada de tensiones en Oriente Medio, hasta las propuestas económicas de Trump y la gestión de la deuda en Europa, el mundo se enfrenta a una serie de decisiones clave que definirán el rumbo de los próximos años. ¿Estaremos preparados para enfrentarnos a ellas?