Claves del día con Jose Antonio Vizner
Las recientes declaraciones del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, han generado incertidumbre en el ámbito geopolítico, especialmente entre los inversores, que empiezan a cuestionar si realmente hay control sobre la situación en Irán. Biden ha dejado claro que no apoyará un ataque contra las instalaciones nucleares iraníes, pero ha dejado abierta la posibilidad de que Israel actúe en la región petrolera. Esto, a su vez, podría afectar hasta el 25% del suministro de crudo global si se bloquea el estrecho de Ormuz. La calma entre Israel y Líbano es tensa y todo parece depender de cuál será el próximo movimiento del gobierno de Netanyahu. Este escenario me hace reflexionar sobre lo precario de la situación actual y cómo cualquier paso en falso puede tener enormes repercusiones globales, tanto económicas como políticas.
En el panorama económico europeo, Italia ha decidido seguir una senda distinta. Su ministro de Finanzas ha anunciado que no solo los bancos deben contribuir más, sino que las empresas en general también verán un aumento en los impuestos. Esta tendencia de Europa de incrementar impuestos y regulaciones, como la reciente sobre inteligencia artificial, contrasta fuertemente con la visión que tiene Donald Trump, quien, si gana las elecciones en Estados Unidos, ha prometido eliminar 10 regulaciones y crear zonas económicas de bajos impuestos para incentivar la competitividad. En este contexto, me pregunto: ¿cómo podrá Europa competir cuando en Estados Unidos se fomenta un clima empresarial más atractivo, mientras aquí seguimos aumentando la carga fiscal?
Incluso líderes como Giorgia Meloni en Italia y Emmanuel Macron en Francia han expresado su intención de elevar los impuestos a las empresas, lo que parece una contradicción para países que deberían estar buscando maneras de fomentar la inversión. En teoría, Meloni se presentaba como una líder de ultraderecha, pero sus políticas parecen más bien socialistas. Europa está atrapada en un ciclo de impuestos y regulaciones que ahoga a las empresas, mientras que al otro lado del Atlántico se apuesta por lo contrario: menos regulaciones y más incentivos. Este contraste entre ambos enfoques me lleva a pensar que estamos siendo gobernados por la clase política menos preparada para enfrentar los desafíos actuales. En un mundo donde la competitividad es clave, imponer más cargas fiscales es una receta para el estancamiento.
Por si fuera poco, la situación global no se limita solo a los problemas económicos. En el contexto de la guerra en Ucrania, el secretario general de la Alianza Atlántica, el neerlandés Mark Rutte, ha reafirmado el apoyo de la OTAN a Kiev durante una visita en la que aseguró que Ucrania está cada vez más cerca de ingresar en la Alianza. Rutte subrayó que el derecho internacional está del lado de Ucrania, sugiriendo que este no se detiene en la frontera. Mientras tanto, Rusia intensifica su ofensiva en Donetsk, con ataques dirigidos a Kurájove tras la captura de Vuhledar. El panorama es sombrío, con el viceministro de Exteriores ruso advirtiendo sobre el peligro real de una confrontación militar directa entre potencias nucleares, un escenario que, como él mismo menciona, no tiene precedentes en la historia. Además, Rusia ha dejado claro que no está dispuesta a negociar con Estados Unidos sobre estabilidad nuclear sin que antes se cumplan ciertas condiciones.
Todo esto me lleva a reflexionar sobre cómo hemos llegado a este punto, en el que las tensiones bélicas, las disputas económicas y la falta de un liderazgo político adecuado nos han colocado al borde de varias crisis simultáneas. Mientras Europa se enreda en más regulaciones y los conflictos en Oriente Medio y Ucrania amenazan con desestabilizar aún más la economía global, me pregunto si realmente estamos preparados para afrontar lo que viene. ¿Estamos condenados a repetir los errores del pasado o habrá espacio para un liderazgo más efectivo y visionario en el futuro? Solo el tiempo lo dirá.