Claves del día con Jose Antonio Vizner
Como ciudadano interesado en la política internacional, me resulta preocupante observar cómo el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, está tratando de gestionar la situación en el Oriente Medio. Biden ha anunciado su intención de formar una coalición internacional para negociar un alto el fuego, pero, mientras tanto, los ataques continúan. Israel ha sido acusado de usar bombas de fósforo en Beirut, un acto que agrava aún más la situación. A pesar de la presión, Biden ha dejado claro que no apoyará un ataque israelí contra las instalaciones nucleares de Irán, lo que añadirá más tensión a un escenario ya delicado.
En mi opinión, la imagen de Biden en el escenario mundial se está deteriorando a medida que avanza su mandato, y esto tendrá implicaciones para las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos. La herencia que dejará, ya sea a Kamala Harris o a Donald Trump, parece ser una situación internacional complicada, especialmente en el Oriente Medio. No es solo una cuestión de diplomacia; el impacto económico es real. El mercado lo refleja con el Hang Seng cayendo un 4%, mientras que el Nikkei sube un 2%. En medio de todo esto, el precio del petróleo sigue subiendo debido al riesgo de que el estrecho de Ormuz sea bloqueado, lo que afectaría las exportaciones mundiales de crudo. Oriente Medio, sin duda, marcará el futuro de los precios del petróleo y, en consecuencia, la economía global.
Otro elemento que añade más tensión es la reciente declaración del secretario general de la ONU, António Guterres, quien calificó las acciones de las fuerzas de defensa de Israel como una violación de los derechos humanos. Esto ha llevado a que Israel lo declare “persona non grata”. A su vez, el líder iraní ha advertido que este tipo de condenas solo escalan el conflicto, y parece que estamos en un ciclo sin fin de violencia y represalias.
En este contexto, me preocupa que se conozca como la “sorpresa de octubre”, un evento imprevisto que podría alterar significativamente las encuestas de las elecciones en Estados Unidos. En este caso, el conflicto en Oriente Medio entre Israel e Irán podría ser ese cisne negro que inclina la balanza a favor de Donald Trump, posicionándolo como el favorito. Ya hemos visto cómo el electorado se está inclinando hacia Trump, en parte porque muchos ven al Partido Demócrata incapaz de resolver los conflictos internacionales. El manejo de Kamala Harris del tema del fracking en Pensilvania tampoco ha ayudado a mejorar su imagen, lo que podría ser otro punto a favor de Trump en las elecciones del 5 de noviembre.
De hecho, la “sorpresa de octubre” parece haber debilitado las posibilidades de Kamala Harris, quien hace solo unas semanas parecía tener una oportunidad sólida. Lo que ocurra en Oriente Medio en las próximas semanas será decisivo: la respuesta de Israel a Irán, y la reacción de Irán, podrían ser el detonante que asegure a Donald Trump el primer puesto en la carrera electoral.
El temor de que se repita una situación similar a la retirada de Afganistán está muy presente en el electorado estadounidense. Trump ha dejado claro que su prioridad será detener las guerras en el extranjero, y esa promesa podría resonar fuertemente entre aquellos que temen otro desastre militar. Esto podría ser un factor crucial en las últimas horas antes de las elecciones y quizás el punto que termine por darle la victoria.
Por otro lado, la atención no solo está en Oriente Medio. El Kremlin está evaluando la participación de Vladimir Putin en la próxima cumbre del G20 en Río de Janeiro, y Putin ha hecho un comentario que me parece digno de reflexión: los drones y la automatización están cambiando la naturaleza de la guerra. La guerra en Ucrania, a su parecer, es un punto de partida para un cambio más amplio en cómo se libran los conflictos bélicos en el futuro. La despersonalización de la guerra, con tecnología avanzada e inteligencia artificial, está eliminando el factor humano de la ecuación de una manera alarmante. Nos enfrentamos a un futuro en el que la guerra podría ser como un videojuego, donde las secuelas psicológicas se diluyen y los combatientes quedan más distantes de la realidad de la violencia.
Este es un momento clave en la historia, no solo para Estados Unidos, sino para el mundo. Nos encontramos ante un panorama donde las decisiones políticas y tecnológicas que se tomen ahora definirán cómo será el futuro, tanto en términos de diplomacia como en el campo de batalla. Y es precisamente esta complejidad la que hace que las próximas semanas sean cruciales, tanto para la estabilidad mundial como para la política interna de Estados Unidos.